La dicotomia de la inconsecuencia consecuente

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Sin embargo, Antonia cada vez que podía jugaba con la ambigüedad, una ambigüedad que enervaba a Camila, siendo que Antonia, estaba a punto de casarse.
Algunas veces, esto ponía nerviosa a Camila.
Llegó a su casa y se bajó del auto. “Hola,” les dijo.

“Hola, Camila,” le dijo Antonia.
Y se acercó a darle un abraso a Camila, quedándose en­ganchado la pulsera de Camila en la camisa de Antonia.

“Mira, ya quedamos enganchadas” dijo Antonia.
Camila, contestó sería como siempre. “Qué compraste” mirando a Paula.

“Carne mongoliana, no sé, menú para tres.”
“¿Y tú cómo estás?” le preguntó a Antonia.
Me casó. En Abril” Dijo Antonia.

“Bacán” dijo Camila sin darle mayor asunto, ya cono­cía bastante a Antonia. Liberal al peo, pensó. Antonia, pregonaba el hecho de haberse metido con mujeres.
Sin embargo, era pura pantalla.

Al final era tan tradicionalista, como hipócrita.

“Y tú pololo”
le preguntó a Camila, Antonia.
“Terminamos hace 2 meses… diferencias irreconcilia­bles.”
Rió, Camila haciendo un chiste ante la incomoda pregunta.

¿Qué pasó? Volvió a insistir Antonia.

“Me acuso (admitir) de ser témpano de hielo” Dijo Ca­mila comiendo un Wantan.

“Tú, y tus frases rebuscadas... ¿Cuando vas a ser cómo los demás mortales”. Cambio el tema, Paula moviendo la cabeza.

“El dragón, me convirtió el corazón en piedra” murmu­ró para sí, Camila.

Camila se quedo absorta un segundo en sus pensamien­tos:

“Cuenta la leyenda celta que un hombre en tiempos lejanos, se bañó con la sangre de un dragón.

Llegando a obtener fuerza sobre humana, y ser inmor­tal.

Sólo, había un pequeño inconveniente en la gran haza­ña de Sigfrido. Al bañarse con la sangre del dragón, una hoja cayó sobre su espalda, impidiendo que la sangre del animal, muerto tan trágicamente, lo bañara completamente.”

Ese sería su talón de Aquiles, su punto débil. Sin em­bargo, sería completamente fuerte y lograría cualquier propósito en su vida.

“Cuenta la leyenda... después con los años, que ese ser se volvió arrogante y pretencioso.

Tanto que por obtener más de la cuenta sufrió la maldi­ción del Anillo del Nibelungo; Renegar del amor, y no poder, obtenerlo para siempre”.

“A veces, creo que la cagué en hacerme ese tatuaje. Debo de deja de escuchar ópera. “Dijo sin pensar, en voz alta.

“Bueno, entremos a la casa” se apresuró en decir.

Tomando las bolsas de las manos de Paula.

Paula la atajo, y le dijo: “Dicen los sabios, que cuando se toma algo prestado de una historia, está se vuelve parte de uno.

Siempre que uno, sepa qué cosa tomar de la historia”. Dicho esto Paula, entró a la casa de Camila, quien pen­sativa fue tras ella.

La velada estuvo tranquila, e inclusive Paula le dejo un C.D. a Camila, escúchalo le dijo, son buenos. “La Mano Ajena”, decía.

Ok. Le dijo Camila y la fue a dejar a la puerta.

INTERLUDIO 5:

Diario de Marcia hace seis meses y vuelto a ver el sábado en la noche:

Quiero dejar de escribir cosas oscuras, cosas de ti y de mí.

Mi ánimo está por el suelo, escucho y escucho Maria, derrumba mi rumba.

Pasión gitana, bastarda.

Quiero ver tu rostro y que bailes para mí.

Aunque no te vea, nunca más mi maldito rumbero.

Llegó el lunes, y el avión partía a las cuatro de la tar­de. Marcia llegó temprano al aeropuerto, en su afición de dejar todo ordenado, no alcanzó a almorzar así que partió a ver podía comprar para comer. Se sentó en un costado a comer unas papas fritas.

Miró la hora y Camila no llegaba.

Se apresuró a entregar el equipaje y esperar.

Camila se levantó tarde, había tenido malos sueños.

A veces le asustaba, el pensar que había pasado si no hubiera tomado demasiado en esa ocasión en que Anto­nia, se le declaró. Sólo, por experimentar.

Temía, de sus propios sentimientos.

Nunca se había enamorado.

No si lo había hecho, pero el play boy con que estuvo un tiempo, se había portado excelente en la cama. Sin embargo ella no era la única.

A él le gustaba, regalar amor.

Era todo un galán, pero de esos machistas y engreídos.

Tanto la afecto, el soñar con Roberto y Antonia que se atrasó.

Eran las tres y cuarenta cuando llegó al aeropuerto. Hizo la fila apurada y cuando se voltio se encontró con Marcia quien le dijo seria y levantando una ceja: “Lle­gas tarde.”

Las dos rieron, se habían limado las asperezas.

Sin embargo, no sabían lo que les esperaba en es viaje, algo que definitivamente las cambiaria a las dos.





2 tortazos:
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Anónimo dijo...
3 de mayo de 2008, 21:21  

La primera vez que hoy la historia de Sigfrido fue en los Caballeros del Zodiaco. jijijiji!

Ok. Ahora espero...

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Anónimo dijo...
3 de mayo de 2008, 23:27  

já! buen blog!

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