La vecina fleta

Al mismo tiempo, Marcia miraba por un momento a Ca­mila, vaya la mina agresiva, se decía.
Soplando se puso los audífonos, “nunca me ha gustado la agresividad de los santiaguinos” murmuró.
Los ojos de Camila, se humedecieron ante los recuer­dos, juntos en el momento en que una lágrima caía sobre su rostro, el chofer gritó. “llegamos señorita”.
Camila no respondió.
“Oiga, señorita, atrás, la de ojitos claros, ésta es su parada”, volvió a hablar el chofer.
Ah, ¿Perdón? murmuro Camila.
“Llegamos”, volvió a decir el chofer.
Camila, instintivamente pesco las maletas y se bajo del transfer, mientras Marcia hacia una mueca de desapro­bación por el tumulto que hacia la joven.
La puerta se cerró, mientras Camila caminaba hasta su departamento, cuando recordó la reunión.
Ya en casa, se baño rápidamente, se puso su mejor traje marengo, y partió hacia la consultora, hoy se decidía la campaña en la cual había estado trabajando, hace más de dos meses, si ganaba sería una diseñadora de presti­gio.
Después de mirarse en el espejo, vio unos vidrios bota­dos en el suelo, “llegando los recogere” se dijo. Y salio, del departamento segura de si misma, si en algo ella era totalmente segura.

Marcia, llegó a la casa y dejo las maletas, tomó un vaso de agua y volvió a salir. Caminó dos cuadras, hasta que sintió unos ladridos profundamente familiares, era Gala­driel, su joven perra Chow chow.

Doña Rosa, se clavaron en Marcia y le dijo: “Qué está flaca, chiquita”.
“Así es la vida, no más” le contestó, la castaña.
“Usted sabe, esta pega nunca descansa”.

La verdad es que Marcia, había elegido el periodismo más como una forma de expresión, qué por amor a la carrera, tenía la concepción que a veces había gente con muy pocos escrúpulos y pocos sesos.

“Llévese a la niñita, no más” Dijo Doña Rosa.
Marcia miro al animal y tomó la correa, “la próxima vez será menos tiempo, lo prometo” dijo.
La Chow - chow café, sólo emitió un sonido más pare­cido a toser que ladrar, y se fue caminando junto con Marcia, pero está vez ignorándola completamente.
“Estos perros chinos, tienen personalidad propia” Rió Marcia.
Ya en casa, con un té verde en las manos, y Galadriel revoloteando, y saltando de un lado a otro. Marcia, pensó un poco más en lo que vendría y como enfrentaría el reportaje.
Al pasar las horas, se quedo pensando y el tema varío, ya no eran los temblores de Aysén, el titular y el enfo­que la bajada, sino su vida. El titular le pareció bastante divertido.

No sé asegura revolcón:

Ya habían pasado seis meses desde que no estaba con Rodrigo, y en verdad pese a que lo amó, ya no lo extra­ñaba. Ni siquiera sus caricias, ni sus revolcones de fin de semana.

“Tengo que sacarme estas ideas de la cabeza, tengo la cagá si no voy a reventar”, pensó.

Las ideas que se refería Marcia eran sobre crecientes dudas sobre su sexualidad, “De nuevo no, se dijo, cuan­do estas con un hombre todo está bien.

Deja de pensar en tonteras” se dijo.

“Las tonteras” como le llamaba ella su confusión sexual, siempre habían estado allí, pero siempre bajo control.

Sin embargo, nunca se había atrevido a explorar, aunque sí reconocía que se había “enamorado” más de una vez de una mujer.