Mujeres VII
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C.
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Guia practica fleta
Cuando empecé a escribir mis "Mujeres", algunas personas me criticaron. "Qué sabes tú sobre las mujeres si sólo has estado con una y lo hiciste harto mal". Ok. Yo no me pondré a hablar sobre lo bien o lo mal que hice o que mantuve relaciones pasadas. Pero gracias a eso, o mejor dicho, a partir de ahí, he visto el cambio que las mujeres (una, dos, tres, cuarenta y siete, da lo mismo cuántas) provocan en nosotras, las mujeres que amamos a otras mujeres, que follamos con otras mujeres, que compartimos con otras mujeres, que odiamos a otras mujeres, que jugamos con otras mujeres, que respetamos, idolatramos, ponceamos, atropellamos y deseamos a otras mujeres.
Tampoco quiero hablar sobre las mujeres que han pasado por mi vida, que no han sido ni más ni menos de las que usted se imagina (resuelva eso a su gusto). Simplemente, me haré cargo de los cambios, buenos y malos -y sólo algunos- que provocan las mujeres en nosotras. Pero tampoco escribiré un tratado sobre estos cambios (no hay ganas, no hay tiempo, no hay tampoco tantas lectoras fieles, aunque sí hay material). Simplemente veremos un par de cosas que suceden en nosotras gracias a ellas.
(Nota: Por favor, queridísima visitante de La Vecina Fleta, es necesario que usted comprenda que hablo desde mi propia experiencia y de la experiencia de amigas que me han dejado ser parte de sus procesos, y que si llego a generalizar, lo hago sólo por darle una lógica, un sentido, al orden de mis palabras. Yo no me hago cargo de lo que usted o su novia o su amiga sienten o han sentido).
So... Las mujeres son capaces de cagarnos la existencia (bueno, los hombres también, pero aquí todas somos, seremos o fuimos lesbianas, ¿se entiende, no?). Ahí es cuando maldecimos a la madre que la parió, al médico que la recibió y a la tía del jardín que le enseñó "La Cuncuna Amarilla". Pero ¿por qué caemos en esto?. Si la señorita en cuestión fue una perra, maraca, desgraciada, mala persona, o como usted cree que suena mejor, es algo que no está en nuestras manos, exceptuando situaciones en que el comportamiento de la doña tiene por motivo alguna venganza por daños que USTED causó primero. Ok. Lo pasamos pésimo, pero si no es nuestra culpa, no es necesario caer en lo básico que resulta el maldecir, el pedir justicia, el irnos a la mierda. Claramente, esto lo comprendemos DESPUÉS de haber pasado por todo esto y más. Cuando la niña te patea (o tú la pateas y quieres volver después y te manda al carajo), ya dejó de ser parte de tu vida, por más que la ames, por más que estés enamorada hasta las patas. Ella se fue (o te fuiste tú) y es básico comprender que ya no va más. A veces hay segundas vueltas, pero si no hay luces de esperanza... hija, por favor, quiérase más, dé un paso atrás, al frente o al lado, y salga de la vía. Y aquí viene el cambio en una. Podemos empezar a picotear, ahogar las penas o encerrarnos en una vida vacía, llena de recuerdos y corazones duros. Usted decide.
Luego de eso, siempre, y créame, SIEMPRE aparece alguien que le revuelve:
1. Las hormonas
2. El corazón
3. Todas las anteriores
Y ahí viene otro cambio, que depende de la actitud anterior, es decir, me voy a la mierda o sigo adelante, mezclada con la alternativa que ha elegido anteriormente. Si usted se fue a la mierda y resulta que le tocaron las hormonas, tiene dos opciones: Ir y follar con la lola y si te he visto no me acuerdo (y a veces, sólo a veces, terminar un poco triste y vacía) o ver si después del sexo puede pasar algo más. Esto último casi nunca se da. Si le tocaron el corazón (que poquísimas veces se desliga de la "tocada" de hormonas), tiene también dos opciones: Se manda cambiar, porque soldado que arranca sirve para otra guerra, o se la juega. Ahí tenemos un caso bastante especial que merece un análisis aparte.
Por otro lado, si usted se dedicó a pasarlo "malito" (entiéndase la ironía), entonces siga, dele con el picoteo, con sus andanzas, no se preocupe por nada ni por nadie. Sólo por usted. Esto va ligado a las hormonas. Si lo ligamos al corazón... Mejor mátese, porque la libertad no tiene precio. Si se enamora, cagó. Pero... por otro lado... No hay nada más reconfortante que tranquilizarse, amar otra vez y portarse bien.
Pero hay un caso realmente interesante. Y ese es cuando se nos mezcla todo. Partimos hechas mierda, involucrando, luego, solamente el clítoris y después las lágrimas, para, un rato después volvernos independientes, libres, relajadas y poncias-promiscuas-galanas-apetecibles (eso también es a gusto suyo y de sus peripecias), pero felices y en paz. Y de repente... Santa Madonna, aparece ELLA... Tenemos todo un cuento armado, procesos, etapas superadas, independencias fascinantes, una que otra mujercita que no está mal y que nunca falta... pero no... aparece ELLA y estamos fritas. Cagadas. Muertas. Pero, precisamente ahí, nos damos cuenta de que en verdad estamos más vivas que nunca, funcionando, a punta de porrazos e inseguridades, pero con ganas y, por supuesto, cambios. Malditos y exquisitos cambios que nos dejan knock out por un buen rato. ¿Lo peor? Todo comienza otra vez.
Sé que no hace falta decir todo esto. Todas lo sabemos. Pero nunca es malo recordarlo, analizarlo y luego reirnos... Y seguir siendo unas lesbianas sin remedio, a pesar de la gran violencia que las mujeres y sus encantos provocan en nosotras: las lesbianas sin vuelta, o mejor dicho, con más vueltas que una oreja.
Imagen: Obviamente, mi muy querida Audrey Kawasaki
(Nota: Por favor, queridísima visitante de La Vecina Fleta, es necesario que usted comprenda que hablo desde mi propia experiencia y de la experiencia de amigas que me han dejado ser parte de sus procesos, y que si llego a generalizar, lo hago sólo por darle una lógica, un sentido, al orden de mis palabras. Yo no me hago cargo de lo que usted o su novia o su amiga sienten o han sentido).
So... Las mujeres son capaces de cagarnos la existencia (bueno, los hombres también, pero aquí todas somos, seremos o fuimos lesbianas, ¿se entiende, no?). Ahí es cuando maldecimos a la madre que la parió, al médico que la recibió y a la tía del jardín que le enseñó "La Cuncuna Amarilla". Pero ¿por qué caemos en esto?. Si la señorita en cuestión fue una perra, maraca, desgraciada, mala persona, o como usted cree que suena mejor, es algo que no está en nuestras manos, exceptuando situaciones en que el comportamiento de la doña tiene por motivo alguna venganza por daños que USTED causó primero. Ok. Lo pasamos pésimo, pero si no es nuestra culpa, no es necesario caer en lo básico que resulta el maldecir, el pedir justicia, el irnos a la mierda. Claramente, esto lo comprendemos DESPUÉS de haber pasado por todo esto y más. Cuando la niña te patea (o tú la pateas y quieres volver después y te manda al carajo), ya dejó de ser parte de tu vida, por más que la ames, por más que estés enamorada hasta las patas. Ella se fue (o te fuiste tú) y es básico comprender que ya no va más. A veces hay segundas vueltas, pero si no hay luces de esperanza... hija, por favor, quiérase más, dé un paso atrás, al frente o al lado, y salga de la vía. Y aquí viene el cambio en una. Podemos empezar a picotear, ahogar las penas o encerrarnos en una vida vacía, llena de recuerdos y corazones duros. Usted decide.
Luego de eso, siempre, y créame, SIEMPRE aparece alguien que le revuelve:
1. Las hormonas
2. El corazón
3. Todas las anteriores
Y ahí viene otro cambio, que depende de la actitud anterior, es decir, me voy a la mierda o sigo adelante, mezclada con la alternativa que ha elegido anteriormente. Si usted se fue a la mierda y resulta que le tocaron las hormonas, tiene dos opciones: Ir y follar con la lola y si te he visto no me acuerdo (y a veces, sólo a veces, terminar un poco triste y vacía) o ver si después del sexo puede pasar algo más. Esto último casi nunca se da. Si le tocaron el corazón (que poquísimas veces se desliga de la "tocada" de hormonas), tiene también dos opciones: Se manda cambiar, porque soldado que arranca sirve para otra guerra, o se la juega. Ahí tenemos un caso bastante especial que merece un análisis aparte.
Por otro lado, si usted se dedicó a pasarlo "malito" (entiéndase la ironía), entonces siga, dele con el picoteo, con sus andanzas, no se preocupe por nada ni por nadie. Sólo por usted. Esto va ligado a las hormonas. Si lo ligamos al corazón... Mejor mátese, porque la libertad no tiene precio. Si se enamora, cagó. Pero... por otro lado... No hay nada más reconfortante que tranquilizarse, amar otra vez y portarse bien.
Pero hay un caso realmente interesante. Y ese es cuando se nos mezcla todo. Partimos hechas mierda, involucrando, luego, solamente el clítoris y después las lágrimas, para, un rato después volvernos independientes, libres, relajadas y poncias-promiscuas-galanas-apetecibles (eso también es a gusto suyo y de sus peripecias), pero felices y en paz. Y de repente... Santa Madonna, aparece ELLA... Tenemos todo un cuento armado, procesos, etapas superadas, independencias fascinantes, una que otra mujercita que no está mal y que nunca falta... pero no... aparece ELLA y estamos fritas. Cagadas. Muertas. Pero, precisamente ahí, nos damos cuenta de que en verdad estamos más vivas que nunca, funcionando, a punta de porrazos e inseguridades, pero con ganas y, por supuesto, cambios. Malditos y exquisitos cambios que nos dejan knock out por un buen rato. ¿Lo peor? Todo comienza otra vez.
Sé que no hace falta decir todo esto. Todas lo sabemos. Pero nunca es malo recordarlo, analizarlo y luego reirnos... Y seguir siendo unas lesbianas sin remedio, a pesar de la gran violencia que las mujeres y sus encantos provocan en nosotras: las lesbianas sin vuelta, o mejor dicho, con más vueltas que una oreja.
Imagen: Obviamente, mi muy querida Audrey Kawasaki
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29 de enero de 2009, 7:33
como siempre clamps, clams...
estamos en contacto...
30 de enero de 2009, 3:43
Nuevamente gracias por sus cátedras, con Ud. aprendo mas cada día.
Saludos mi estimada.
P.D.: Costó para que saliera el post pero valió la pena la espera.
7 de febrero de 2009, 1:50
Jajajajajajaja!!!!
Yo tengo una logica para no entregar la responsabilidad destructora al otro
- El otro(sea kien sea) es hasta donde uno lo deja ser- y viceversa...- es decir, si a uno lo tratan como la mierda, es por k uno lo permitio-
Es cierto que uno actua de buena fe, pero esto es justo lo contrario. No se trata de desconfiar siempre, ni mucho menos, pero tener siempre presente que lo cortez no kita lo valiente y de no aceptar situaciones que en otras circunstancias no aceptariamos.
Me ayuda a:
1-. No guardar sentimientos amargos que seguramente al otro le resbalan o ni siquiera se da por enterado.
2-. No agrandar a la otra persona.
Por supuesto, que en ocasiones me doblego y muero en la rueda.
Saludos!
Doña Javiera
P.D: escriba sobre lo k kiera cuando kiera, como kiera, el k kiere leer, lee, y el k no cambia la tele.
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